Dulce Amsterdam
Mezcla de wafle, miel y rosas.
Se siente cuando se respira el aire de mar.
Los holandeses aman las flores, adornan, compran o regalan flores. Tienen ramos en la mano siempre. Lo llevan con orgullo. Tienen hermosos y arreglados jardines. Y si no tienen jardines tienen macetas con las cuales le ganan espacio a la vereda y verde al ladrillo. Se sabe que andan en bici. Lo que no se sabe es que la vida pasa arriba de la bici: comen, hablan por celular, se mudan, llevan cosas. Te sonríen, hablan fuerte y si te ven perdido se paran a preguntarte que necesitas. Disfrutan del sol, cómo si fuese el ultimo sol del año. Está claro, porque todo está preparado para lluvia. Las mochilas y la ropa. Los nenes son muy felices. Exteriorizan todo lo qué les pasa puertas afuera y sus vidas: si nace un bebé, pegan una cigüeña en las ventanas, si aprueban el secundario cuelgan una mochila en la puerta. Se ve todo cómo si fuese una vidriera. Hay sillones en el medio de la nada para que te puedas sentar a leer. Son ordenados, parece que no puede entrar tanta gente en un tren al mismo tiempo pero todos respetan su espacio y entran perfecto. Para ellos todo está bien. Tienen los mejores quesos. Festejan los cumpleaños en los parques públicos con banderines. Las chicas salen con las chicas y los chicos con los chicos. Tienen muchos relojes por todos lados. Los barcos siempre están de fiesta porque celebran la vida. Ah, y por suerte hablan inglés