Buenos Aires

“Las callecitas de Buenos Aires.. tienen ese yo que sé”, dice un tango muy conocido. Entre un asfalto hecho de adoquines y antiguos edificios de identidad melancólica y robada, caminan las sombras de una ciudad que brilló hace tiempo. Buenos Aires tuvo amantes, de esos que aman fuerte, y se van. Tiene escrito en las paredes historias de inmigrantes, que arribaron dejando atrás sus puertos natales, y una vieja vida para empezar del otro lado del océano una nueva travesía sin saber si volverían a abrazar a sus familias. Pero también huele a esperanza, a libertad. Los domingos huelen a pasta de la Nonna y a esa salsa de tomate cosechado en huerta propia, hecha a base de aceite de oliva y ajo. Los sábados por la noche huelen a humo, es el momento sagrado de juntarse con amigos a comer un asado conformando como una especie de ritual. Las tardes de primavera cuando se asoma ese sol tímido que viene anunciando su llegada, explotan los Tilos por la calles, a eso también huele Buenos Aires. Disponible para aquellos que levantan la mirada, y le dan el permiso a sus narices de sentir la magia del Tilo. Las chicharras gritan al verano, acompañadas de jazmines colgando de los enrejados, y algunos barrios porteños tienen en las puertas de sus casas los naranjos, que entre octubre y noviembre se convierten en Naranjos en Flor, perfume exquisito si los hay. Te invito a tomar un café… en ese Cafetín tan nuestro, tan viejo pero tan especial. Que esconde los secretos de hombres de letras, de ciencia, de discusiones políticas y por sobre todo, los clásicos del Fútbol. El cafetín tiene un lenguaje propio, el del Lunfardo, a eso también huele Buenos Aires, a café. Un café bien fuerte, pero aquí no se toma de parado ni de prisa. Nunca me siento sola, porque siempre estoy con mi mate… el mismo que me lleva de viaje, a la ruta, al campo de la Pampa. Y el mate, es compartir, tiene una dirección en la ronda y un cebador asignado. Y qué huele el mate? A Hierba. La gente se junta en la plaza a ver pasar la vida…y a tomar mate. Esas simples cosas de la vida. Todos estos recuerdos y memorias del día a día, forman parte de la paleta olfativa de Buenos Aires. Melina